La Sexta sinfonía de Mahler es inquietante en su desesperación nihilista, pero alcanza una verdadera y monumental grandeza. Las fuerzas orquestales utilizadas son formidables: ocho cuernos, seis trompetas, cuatro trombones y dos arpas en compañía de celesta y cuerdas. A pesar de haber sido escrito en una de las épocas más felices de la vida de Mahler, los ritmos de marcha rondan la sinfonía.
En el movimiento final, la extensa sección de percusión aumenta por un enorme martillo para tres golpes del destino, lo que tal vez lleve al final más sombrío en toda la música.
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La Sexta sinfonía de Mahler es inquietante en su desesperación nihilista, pero alcanza una verdadera y monumental grandeza. Las fuerzas orquestales utilizadas son formidables: ocho cuernos, seis trompetas, cuatro trombones y dos arpas en compañía de celesta y cuerdas. A pesar de haber sido escrito en una de las épocas más felices de la vida de Mahler, los ritmos de marcha rondan la sinfonía.
En el movimiento final, la extensa sección de percusión aumenta por un enorme martillo para tres golpes del destino, lo que tal vez lleve al final más sombrío en toda la música.